Soy una auténtica
cobarde. He tenido bastantes momentos en los que pude haberme sentado delante
del ordenador y haber escrito aquí, para mí, para vosotros. Pero no me salían
las palabras, no sabía cómo explicar todo lo que estaba sucediendo a mi
alrededor. Vivo al doble de la velocidad a la que estoy habituada, cada día es
distinto al anterior, a pesar de que a ojos de cualquiera pueda parecer la
misma monótona rutina día tras día, es tremendamente emocionante. He aprendido
muchísimas cosas en este mes, tantas que si hiciera una lista, para cuando
hubiera acabado ya me estaría volviendo a casa. Pero os contaré las que más me
han marcado por ahora. La primera, he aprendido a vivir a base de momentos. A
que ese medidor de mi felicidad interno se alimente a base de sonrisas, de
guiños de ojo, de llamadas de teléfono, de coas inesperadas, de hacer sonreír a
alguien: de esos pequeños detalles que en cualquier otro momento de mi vida no
habrían supuesto nada fuera de lo común, son los que ahora suman a mi
felicidad. Y este método es la única receta que conozco para ser feliz aquí.
Cada uno tiene la suya, pues bien, he sido capaz de descubrir el secreto de la
mía en un mes. “La diferencia está en los pequeños detalles”.
He aprendido también a
tragarme las lágrimas, a no dejarles sobrepasar el borde del precipicio, porque
ya sabéis, tras esa primera lágrima de impotencia el resto vienen seguidas,
como un río, incansable, incesable. Así que trato de evitarlo, de ser más
fuerte que el verbo echar de menos, de pensar en dónde estoy y porqué estoy
aquí, este es mi año, este es mi sueño, no hay porque llorar. Con esto no
quiero decir que no extrañe cada segundo de mi vida en España. Creo que sólo
cuando estás en un lugar tan sumamente lejano de tu hogar, de tu vida, es
cuando realmente aprendes a apreciarla. A apreciar cada matiz, cada detalle.
Cada beso de buenos días, cada tontería, cada entreno, cada sonrisa, cada
discusión incluso…la distancia me ha hecho ver que mi vida es realmente
perfecta, mejor dicho, que es imperfectamente perfecta. No quiero pensar en el
tiempo que falta para volver, porque ahora este es mi sitio, y los nuevos son
mi gente. Puede que su cultura, forma de ser y de actuar e incluso de pensar
sea distinta, pero como me dijo un día una gran persona, la vida está llena de
cambios, y aquí gana el que mejor sabe adaptarse a ellos sin olvidar jamás
quién es y de donde viene.
Dejando mi parte
filosófica y sentimental a un lado, os cuento un poco cómo es mi día a día
aquí, mi opinión sobre este lugar y esta gente, y esas cosas que si yo fuera
vosotros me encantaría saber. Mi High
School es pequeño, unos 400 estudiantes aproximadamente; con lo cual todo el
mundo se conoce y no tiene pérdida. Aquí las clases son las mismas y en el
mismo orden cada día, yo tengo Precalculus, Biology, Weights, US History, EWU
Chemistry que es como de nivel de college, y English. Entramos a las 7:50 y
salimos a las 14:20 normalmente, porque los miércoles es “Early Release”, osea
que salimos a las 12:30 y las clases son más cortas. Me llama muchísimo la
atención que cada día, a primera hora, tenemos que decir como un himno a la
bandera o algo así, con la mano en el corazón y mirando a ella. Es gracioso,
porque luego te preguntan“cómo es tu himno a la bandera y te quedas como mmmmmm,
no es que nosotros no tenemos de eso, JAJAJAJAJAJA. Es todo muy espíritu
americano y eso, pero me gusta.LA COMIDA DA ASCO, DA ASCO. Mami, se que no se
dice eso nunca, pero créeme que si estuvieras un mes comiendo lo que sirven en
mi HS, dirías lo mismo. Cada día te dan a elegir entre sucedáneo de pizza, hamburguesa
de hace 3 meses de color gris, ensalada de plásticos y brócoli crudo. Pero no
eh, que para ellos es comida sana. Pero bueno, la cena que me preparan aquí lo
compensa todo, es genial, porque estamos aprendiendo a cocinar juntos, los
padres, yo y Eva.
En lo que se refiere a las clases, la de Weights es genial,
el profe nos hace un plan de pesas personalizado y cada día hacemos un aparato
diferente, y luego ejercicios, es superdivertido. Pero lo mejor de todo son
algunos viernes, normalmente cuando hay Home Game de football, que hay
assambly. Es como en las películas, literalmente. Todo el HS se reúne después
de clase en el gym, en las gradas. Hay un varios presentadores y presentadoras,
y lo primero que hacemos es recitar de nuevo el himno a la bandera y justo
después anuncian la clase (aquí clase es como todos los Juniors o Seniors, no
hay A ni B) ganadora del Panther Spirit; que viene a ser la clase con más gente
vestida con los colores del HS (rojo y negro) ese día. Luego siempre hay algún
juego, hoy por ejemplo fue un karaoke colectivo, el otro día una pelea de
gallos…siempre con un representante de cada clase y uno del staff. Las cheerleaders hacen siempre una nueva
actuación, y están animando durante toda la assambly. Es genial, realmete genial.
Me encanta sentirme parte de algo, parte de mi High School, porque ellos lo
viven, lo llevan dentro de verdad, y es algo que aunque no quieras se contagia.
En cuanto al deporte, buf…echo
de menos eso de cansarme. De ir a Riazor y que al acabar de calentar Margot nos
diga que hoy toca 10x300 y quejarme hasta la saciedad. Calentar hasta los
surfistas, la plaza de Portugal, LAS VALLAS, MIS QUERIDAS VALLAS. Echo de menos
botar un balón de baloncesto, tirar triples que no tocan aro, entrar a canasta,
defender a muerte, perder los pases largos de Xiana, sonreír cuando alguna del
equipo mete canasta. Echo de menos a toda la gente que forma parte de mi día a
día allí. Pero a pesar de todo eso, me encanta mi equipo de vóley. Aquí te
apoya muchísimo, aunque mandes el balón a el quinto anfiteatro siempre hay un “nice
try!” en boca de alguien, y eso ayuda y mucho. El deporte en si es muy
divertido, lo único es que eso, que nunca llego a cansarme. Pero no pasa nada
porque señores y señoraaaas, en dos semanas desde hoy empieza el B A L O N C E
S T O. No puedo estar más superhipermegaultra motivadísima. Es ver una canasta
y coger cualquier cosa que pueda servir de balón y ponerme a jugar. Pero bueno,
paciencia, poquito a poquito.
Mi familia es increíble,
de verdad, son lo mejor. Hacen cualquier cosa por vernos contentas, son
increíblemente generosos, de hecho, ahora somos tres chicas de intercambio en casa,
Eva, Ebba de Suecia y yo. Son prácticamente mis hermanas, aunque seamos como
polos opuestos. Siempre están ahí cuando necesito un abrazo, cuando tengo un
mal día, para hacerme reír, darme consejos o simplemente llorar conmigo. Es
divertidísimo todo con ellas, me siento increíblemente afortunada de vivir
aquí. Hall
Bueno, espero que os hagáis
una idea general de como me va por aquí, en resumen, soy feliz, soy muy feliz,
y sé que esto va a ir aún a mejor. Gracias, y siento haber escrito tan tarde. En la próxima entrada os contaré como fue el Homecoming, y otros "cuentos de princesas". Os quiero.