Odio las despedidas. Esos momentos en los que sea por la razón que sea toca marcharse, cambiar, irse. Muchas veces es para no volver, pero afortunadamente en mi caso es un adiós que caduca en 10 meses. 316 días suenan a mucho tiempo. Mucho tiempo lejos de todo lo que me rodea. De todo lo que me ha hecho ser como soy. De mis amigos, de mi familia, de esa gente que está ahí siempre, cuando les necesito. De los que habéis crecido conmigo, lejos de los que me habéis ayudado a enfrentarme a la dura realidad de los días tristes, lejos de esos minutos de reír hasta que me dolía la barriga, lejos de esas veces en las que me animabais a sonreír pasase lo que pasase, lejos de esas manos que cuando me caía me levantaban, lejos de todo lo que conozco y me hace feliz. ¿Miedo? Quizás sí. Miedo a lo desconocido, a no encajar, miedo a tener miedo, miedo de volver y que todo haya cambiado, miedo de ser yo la que cambie...mucho miedo. Pero el miedo no me asusta. Estará ahí, intentando quitarme la sonrisa, intentando llenar mi cabeza de dudas e inseguridades pero juro que no le dejaré pasar. Que le ganaré la batalla día tras día, porque se que al final habrá merecido la pena. Sé que al principio será duro, que tendré que ir dándome a conocer, tendré que explorar lo que va a ser mi mundo para los próximos diez meses. Pero no pienso tener miedo. Porque aunque haya días malos al otro lado del Atlántico, que los habrá; miraré hacia atrás y recordaré todos vuestros apoyos, abrazos, besos y te quieros. Porque posiblemente yo sola no pueda con el miedo, pero vuestro recuerdo siempre estará en mi cabeza. Y sé que eso me hará fuerte, sé que podré con todo lo que me haga sentirme mal allí. No cabe duda alguna de que juntos podremos cambiar lágrimas por sonrisas. Gracias a todos los que bien llorando, riendo o cantando os habéis despedido de mí, y recordad que no es un adiós, si no un hasta pronto. 1 día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario